Mezcla juntos la nata líquida y el zumo de limón, y deja reposar durante unos 10 minutos. Derrite el chocolate con cuidado en una cacerola gruesa, al baño maría o (como hice yo) en el microondas (potencia baja, aprox. 40 segundos, y ¡no le quites el ojo!). Pulveriza las galletas Oreo en el robot para conseguir migas finas.

Bate juntas la mantequilla y el azúcar durante unos 2 minutos, para conseguir una masa ligera.

Añade el chocolate derretido y enfriado a temperatura ambiente (¡es importante que no esté caliente, ya que si no acabarás con sopa!), y mezcla.

Añade los huevos, de uno en uno, luego el chocolate derretido, y luego el extracto de vainilla y la nata líquida, mezclando entre cada adición. A una velocidad lenta, añade la mitad de la harina, y bate justo hasta incorporar. Añade el agua, y  luego añade la otra mitad de la harina, también mezclando justo hasta conseguir una masa homogénea. Verás que no parece muy achocolatado, más bien caramelo, pero algo le pasa en el horno que la convierte en un cupcake oscuro y sabroso.

Forra un molde para cupcakes con cestitas de papel. En cada cestita, echa aproximadamente 1 cucharada de migas de galletas,

y 2 cucharaditas de pepitas de chocolate.

Divide la masa entre las cestitas (llenando hasta aproximadamente 2/3),

y luego más migas y más pepitas de chocolate, presionando un poco para que se “adhieran” a la masa.

Hornea durante aproximadamente 20 minutos, o hasta que estén más o menos firmes, y déjalos enfriarse en una rejilla.